En cuestión de bailes los hay
como la samba, donde se luce la destreza individual para complicados
movimientos de caderas y se puede igual bailar sól@ que acompañad@, y los hay como
la polka, donde se requiere de bailar en pareja con un contacto cuerpo a cuerpo
considerable. En todos los bailes de pareja hay quien guía y quien es guiado,
el que guía tiene que darle instrucciones al otro para realizar tal o cual
movimiento jalándol@ o empujándol@ suavemente. Pareciera entonces que el que
guía es el único que ejerce fuerza, presión, sobre el compañero, pero esto no
es cierto ya que casi por leyes físicas el que es guiado también debe ejercer
fuerza sobre el otro de magnitud proporcional y sentido contrario, de lo contrario terminará en el piso. Para la samba la fuerza
sobre el otro que se requiere es poquita, para la cumbia o la salsa un poco
más, y para el tango se requiere que ambos ejerzan una presión considerable porque
no hay otra manera de obtener impulso para realizar los giros propios del baile
y que éste resulte fluido.
Una de las dificultades de aprender un baile nuevo
es justo saber cuánta fuerza se requiere para lograr los movimientos, si
ponemos demasiado poca no lograremos completar el giro y si ponemos mucha
lastimaremos al compañero. Me parece que en las ciencias sociales o políticas
pasa algo similar, cuando escuchamos un argumento no podemos dejarnos llevar
así nomás, debemos escuchar y dar réplica con una actitud crítica y acorde con
la seriedad y el nivel de lo que estamos oyendo, para así provocar una dinámica
constructiva que nos permita avanzar sobre el tema que se discute. Pero hacer
esto de manera adecuada no es trivial, requiere de práctica y reflexión de
nuestra parte. En el baile todos sabemos que aunque la música sea la misma y el
paso básico no cambie, no es lo mismo bailar con Javier que con Beto, no es lo
mismo bailar con Laura que con Rosa, y evidentemente no es lo mismo bailar con Daniel
que con Carla. También cuando discutimos sobre política o sobre proyectos
sociales no sólo debemos medir nuestras fuerzas tomando en cuenta el tema sino
también a nuestro interlocutor.
Algo que simplemente me fascina del baile es
que los errores nunca son terribles, perder el paso no es más que una
oportunidad para tomar aire, mirar a los ojos al compañero, escuchar
atentamente la música y recuperar el paso. También en la vida equivocarse debe
tomarse como una oportunidad para hacer una pausa, tratar de ubicar la realidad
y continuar, corrigiendo el paso. Aquí llegamos a un punto clave que es que
para bailar se necesita escuchar la música, aunque uno sepa la técnica para
realizar los pasos y lo haga correctamente, “bailar” sin música es hacer teatro
o malabarismo o algún otro arte. Así tratar de hacer política o sociología sin
escuchar la realidad no nos conduce a las soluciones que buscamos. Si para este
momento usted está ya algo tenso y cansado, pensando que esto se ha convertido
en una pesado discurso teórico sobre la danza, no se preocupe, lo único que
requiere es subirle el volumen a su tango, guaracha, son, polka o electro
cumbia preferida, soltar el cuerpo y dejarse llevar.
“Bailemos, bailemos… de otro modo estaremos perdidos” Pina Bausch.