Eréndira Munguía Villanueva.
La autora señala la importancia de la inclusión de las mujeres como sujetos de estudio de las disciplinas científicas, en particular de la Historia, y el cómo esta modificación cambiaría no sólo nuestro entendimiento sobre lo que significa ser mujer sino las disciplinas mismas, en una retroalimentación entre el estudio de los procesos de género y el de las materias que lo incluyan en su desarrollo.
La autora propone una definición de género que contemple la
historia de las mujeres, revisa los avances en materia de género de las
principales corrientes feministas y concluye que es más acertado ver el
concepto de género como un proceso más que como un vocablo estático: “Quienes
quisieran codificar los significados de las palabras librarían una batalla
perdida, porque las palabras, como las ideas y las cosas que están destinadas a
significar, tienen historia”. Pero en la lectura se señala una primera problemática, que
la Historia ha escapado del estudio de las mujeres. Ha descrito los entramados
sociales a través del tiempo sin mencionar coherentemente a las mujeres y sólo
dándoles un lugar esporádico, indicando apenas la aparición de algunas
mujeres en los mayores movimientos sociales, pero contando los hechos siempre
desde una perspectiva masculina, lo que ha dado un sesgo a la Historia como
disciplina.
Con el afán de rescatar lo que de ellas considera valioso, la
autora hace una revisión de las que considera las principales corrientes
feministas que a su ver son: la que intenta explicar los orígenes del
patriarcado, la socialista feminista y la del psicoanálisis. Reconoce la
importancia de cada una en el estudio de las cuestiones de género así como en
los avances ganados por los derechos de las mujeres, pero critica cada una de
estas corrientes en lo que considera sus limitaciones.
Las teóricas del patriarcado refieren a una “necesidad”,
como deseo innato, del hombre de dominar a la mujer, y una desventaja también
innata en las mujeres a causa de la maternidad o la sexualidad. Las propuestas
de solución a la problemática de las mujeres son, para aquéllas que ponen el
problema en la maternidad, modificar procesos biológicos para ir eliminando las
desventajas que la procreación imprime a las mujeres; y la introspección
reflexiva de las mujeres para aquellas que proponen como causal de los
problemas la sexualidad, suponiendo que este ejercicio llevará al conjunto de
mujeres a su emancipación. La autora critica una generalización excesiva, para
ella esta teoría no contempla otro tipo de fenómenos, no distingue entre
problemas comunes a todas las sociedades y aquéllos particulares de cada
sociedad, es decir, deja de lado que los problemas de las mujeres (así como las
mujeres mismas) cambian en cada etapa histórica a otra, y de una cultura a
otra, lo cual forzosamente empobrece las conclusiones obtenidas en base a esta
teoría.
Sobre las feministas marxistas, reconoce que han tenido un
enfoque más histórico, legado del marxismo. Reconoce
sus alcances en cuanto a considerar dos sistemas distintos de opresión, el
económico y el de género que si bien tienen cierta independencia interactúan
apoyándose uno a otro. Opina por otro lado que el enmarcar las relaciones de
género a las relaciones económicas propicia un sesgo negativo a los estudios de
género y a las explicaciones de la opresión de la mujer, poniendo rígidamente la
economía como factor principal.
En cuanto a la teoría del psicoanálisis, hace hincapié en
dos escuelas principales que intentan explicar la construcción del género. La
primera que resalta la experiencia real (por ejemplo la sensorial o el cómo
percibe el niño a sus cuidadores), mientras que la segunda lo hace con el
lenguaje (sistemas de significados como el habla, la lectura y la escritura),
para esta última el estudio del inconsciente es esencial en el entendimiento de
cómo se construye el género. De la primera escuela la autora opina que “Esta
interpretación limita el concepto de género a la familia y a la experiencia
doméstica, por lo que no deja vía para que el historiador relacione el concepto
(o el individuo) con "otros sistemas sociales de economía, política o
poder”. Respecto al enfoque del lenguaje y de construcción de significados
rescata lo positivo de “sugerir que masculino y femenino no son características
inherentes, sino construcciones subjetivas… [que] el sujeto está en un proceso
constante de construcción y ofrece una forma sistemática de interpretar el
deseo consciente e inconsciente”. La crítica que la autora hace a esta última
teoría es que tiende a la “fijación exclusiva sobre cuestiones del ‘sujeto’… [y] a
universalizar las categorías y la relación entre varón y mujer” dando esto como
consecuencia que “no permite introducir una noción de especificidad y variabilidad
histórica”.
En resumen, sin desechar los avances de todas estas
corrientes, la autora señala su inflexibilidad e invariabilidad histórica y
propone continuar los estudios de género sometiendo “continuamente nuestras
categorías a crítica y nuestros análisis a la autocrítica”. Propone un nuevo
paradigma que tome en cuenta la complejidad de las relaciones de género, que
asuma que lo más probable es que las dinámicas de género de las sociedades seas
tan complejas que podría ser que escape de nuestra capacidad de entendimiento.
"Necesitamos examinar atentamente nuestros métodos de análisis, clarificar
nuestras hipótesis de trabajo y explicar cómo creemos que tienen lugar los
cambios. En lugar de buscar orígenes sencillos, debemos concebir procesos tan
interrelacionados que no puedan deshacerse sus nudos.” Retoma la metodología
constructivista al afirmar "...son los procesos lo que debemos tener en
cuenta continuamente. Debemos preguntarnos con mayor frecuencia cómo sucedieron
las cosas para descubrir por qué sucedieron”.
Da una definición del género en dos partes "... [que] están interrelacionadas, pero
deben ser analíticamente distintas… [primero] el género es un elemento constitutivo de
las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y [segundo] el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder."
Divide la primera parte de esta definición en cuatro
características principales del género “como elemento constitutivo de las
relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos” las
cuales se encuentran interrelacionadas.
“Primero, símbolos culturalmente
disponibles que evocan representaciones”, como la pureza de la virgen María o
mitos de oscuridad y corrupción de las mujeres. “Segundo, conceptos normativos
que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos… esos
conceptos se expresan en doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales
y políticas, que afirman categórica y unívocamente el significado de varón y
mujer, masculino y femenino”. La tercera
característica podríamos decir que engloba aspectos prácticos de la sociedad e
incluye los sistemas de parentesco (la constitución de la familia, la cual
cambia de un momento histórico a otro e incluso de una cultura a otra), la
economía y la política. El cuarto aspecto es la identidad subjetiva. Propone
como eje de estudio el tratar de echar luz a la manera de relacionarse de
estos cuatro aspectos.
La segunda parte de la definición gira en torno a la afirmación de que “Podría mejor decirse que el género es el campo primario
dentro del cual o por medio del cual se articula el poder", señalando que "No es el género el
único campo, pero parece haber sido una forma persistente y recurrente de [por
ejemplo] facilitar la significación del poder en la tradición occidental,
judeo-cristiana e islámica”. La autora sugiere que lo que el género sea para
una sociedad influye en las estructuras de poder de las mismas, desde la familia
hasta las superestructuras, y en un sentido inverso que las relaciones de poder
de una sociedad influyen en lo que simboliza el ser hombre o mujer. En este
sentido comenta “los cambios en las relaciones de género pueden ser impulsados
por consideraciones de necesidades de Estado… La relación entre regímenes
autoritarios y control de las mujeres ha
sido denunciada pero no suficientemente estudiada”. En cuanto a la relación
entre estructuras de poder y dinámica de género en la sociedad afirma que “La
propia alta política es un concepto de género, porque establece su crucial
importancia y el poder público, las razones y el hecho de su superior
autoridad, precisamente en que excluye a las mujeres de su ámbito”.
Para cerrar la autora propone tratar de resolver las
interrogantes sobre cuál es la influencia de las relaciones de género en el
devenir político de las sociedades, más aún, cuáles son las relaciones entre
las estructuras de poder político y económico y las relaciones de género, y atacar estos temas teniendo en cuenta siempre la dinámica cambiante de los mismos.
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ResponderEliminarmuy buena reseña, excelente aporte :)
ResponderEliminarque buena reseña, simplifica la lectura completamente :) muchas gracias
ResponderEliminarGraciassss perfecto para mi prueba de mañana ,me has salvado🙌🙆
ResponderEliminarTengo parcial mañana, me has salvado. Gracias
ResponderEliminarGracias por tanto, perdón por tan poco.
ResponderEliminarTú me acabas de ayudar a aprobar
Saludos desde la PUCP
Buena reseña. Gracias.
ResponderEliminarMuy buena síntesis de la lectura, me ha resultado mucho más fácil entenderlo todo.
ResponderEliminarMuchas gracias por su trabajo y esfuerzo en clarificar!
Excelente. me salvaste!!! Gracias
ResponderEliminarME AYUDA A LA COMPRENSION DEL TEXTO
ResponderEliminarExcelente, concordante con el texto. Me sirve como síntesis para rendir. Gracias!
ResponderEliminarMuy buen aporte. Gracias��
ResponderEliminarMenudo mojón colega, saludos desde la Universidad Nacional de Colombia
ResponderEliminarExcelente resumen. Me salva para el parcial. Gracias.
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