jueves, 18 de julio de 2013

Reseña de “El género: una categoría útil para el análisis histórico” de Joan W. Scott.


  

Eréndira Munguía Villanueva.



La autora señala la importancia de la inclusión de las mujeres como sujetos de estudio de las disciplinas científicas, en particular de la Historia, y el cómo esta modificación cambiaría no sólo nuestro entendimiento sobre lo que significa ser mujer sino las disciplinas mismas, en una retroalimentación entre el estudio de los procesos de género y el de las materias que lo incluyan en su desarrollo.

La autora propone una definición de género que contemple la historia de las mujeres, revisa los avances en materia de género de las principales corrientes feministas y concluye que es más acertado ver el concepto de género como un proceso más que como un vocablo estático: “Quienes quisieran codificar los significados de las palabras librarían una batalla perdida, porque las palabras, como las ideas y las cosas que están destinadas a significar, tienen historia”. Pero en la lectura se señala una primera problemática, que la Historia ha escapado del estudio de las mujeres. Ha descrito los entramados sociales a través del tiempo sin mencionar coherentemente a las mujeres y sólo dándoles un lugar esporádico, indicando apenas la aparición de algunas mujeres en los mayores movimientos sociales, pero contando los hechos siempre desde una perspectiva masculina, lo que ha dado un sesgo a la Historia como disciplina.

Con el afán de rescatar lo que de ellas considera valioso, la autora hace una revisión de las que considera las principales corrientes feministas que a su ver son: la que intenta explicar los orígenes del patriarcado, la socialista feminista y la del psicoanálisis. Reconoce la importancia de cada una en el estudio de las cuestiones de género así como en los avances ganados por los derechos de las mujeres, pero critica cada una de estas corrientes en lo que considera sus limitaciones.

Las teóricas del patriarcado refieren a una “necesidad”, como deseo innato, del hombre de dominar a la mujer, y una desventaja también innata en las mujeres a causa de la maternidad o la sexualidad. Las propuestas de solución a la problemática de las mujeres son, para aquéllas que ponen el problema en la maternidad, modificar procesos biológicos para ir eliminando las desventajas que la procreación imprime a las mujeres; y la introspección reflexiva de las mujeres para aquellas que proponen como causal de los problemas la sexualidad, suponiendo que este ejercicio llevará al conjunto de mujeres a su emancipación. La autora critica una generalización excesiva, para ella esta teoría no contempla otro tipo de fenómenos, no distingue entre problemas comunes a todas las sociedades y aquéllos particulares de cada sociedad, es decir, deja de lado que los problemas de las mujeres (así como las mujeres mismas) cambian en cada etapa histórica a otra, y de una cultura a otra, lo cual forzosamente empobrece las conclusiones obtenidas en base a esta teoría.

Sobre las feministas marxistas, reconoce que han tenido un enfoque más histórico, legado del marxismo. Reconoce sus alcances en cuanto a considerar dos sistemas distintos de opresión, el económico y el de género que si bien tienen cierta independencia interactúan apoyándose uno a otro. Opina por otro lado que el enmarcar las relaciones de género a las relaciones económicas propicia un sesgo negativo a los estudios de género y a las explicaciones de la opresión de la mujer, poniendo rígidamente la economía como factor principal.

En cuanto a la teoría del psicoanálisis, hace hincapié en dos escuelas principales que intentan explicar la construcción del género. La primera que resalta la experiencia real (por ejemplo la sensorial o el cómo percibe el niño a sus cuidadores), mientras que la segunda lo hace con el lenguaje (sistemas de significados como el habla, la lectura y la escritura), para esta última el estudio del inconsciente es esencial en el entendimiento de cómo se construye el género. De la primera escuela la autora opina que “Esta interpretación limita el concepto de género a la familia y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para que el historiador relacione el concepto (o el individuo) con "otros sistemas sociales de economía, política o poder”. Respecto al enfoque del lenguaje y de construcción de significados rescata lo positivo de “sugerir que masculino y femenino no son características inherentes, sino construcciones subjetivas… [que] el sujeto está en un proceso constante de construcción y ofrece una forma sistemática de interpretar el deseo consciente e inconsciente”. La crítica que la autora hace a esta última teoría es que tiende a la “fijación exclusiva sobre cuestiones del ‘sujeto’… [y] a universalizar las categorías y la relación entre varón y mujer” dando esto como consecuencia que “no permite introducir una noción de especificidad y variabilidad histórica”.

En resumen, sin desechar los avances de todas estas corrientes, la autora señala su inflexibilidad e invariabilidad histórica y propone continuar los estudios de género sometiendo “continuamente nuestras categorías a crítica y nuestros análisis a la autocrítica”. Propone un nuevo paradigma que tome en cuenta la complejidad de las relaciones de género, que asuma que lo más probable es que las dinámicas de género de las sociedades seas tan complejas que podría ser que escape de nuestra capacidad de entendimiento. "Necesitamos examinar atentamente nuestros métodos de análisis, clarificar nuestras hipótesis de trabajo y explicar cómo creemos que tienen lugar los cambios. En lugar de buscar orígenes sencillos, debemos concebir procesos tan interrelacionados que no puedan deshacerse sus nudos.” Retoma la metodología constructivista al afirmar "...son los procesos lo que debemos tener en cuenta continuamente. Debemos preguntarnos con mayor frecuencia cómo sucedieron las cosas para descubrir por qué sucedieron”.

Da una definición del género en dos partes "... [que] están interrelacionadas, pero deben ser analíticamente distintas… [primero] el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y [segundo] el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder."

Divide la primera parte de esta definición en cuatro características principales del género “como elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos” las cuales se encuentran interrelacionadas.  “Primero, símbolos  culturalmente disponibles que evocan representaciones”, como la pureza de la virgen María o mitos de oscuridad y corrupción de las mujeres. “Segundo, conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos… esos conceptos se expresan en doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y políticas, que afirman categórica y unívocamente el significado de varón y mujer, masculino y femenino”.  La tercera característica podríamos decir que engloba aspectos prácticos de la sociedad e incluye los sistemas de parentesco (la constitución de la familia, la cual cambia de un momento histórico a otro e incluso de una cultura a otra), la economía y la política. El cuarto aspecto es la identidad subjetiva. Propone como eje de estudio el tratar de echar luz a la manera de relacionarse de estos cuatro aspectos.

La segunda parte de la definición gira en torno a la afirmación de que “Podría mejor decirse que el género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder", señalando que "No es el género el único campo, pero parece haber sido una forma persistente y recurrente de [por ejemplo] facilitar la significación del poder en la tradición occidental, judeo-cristiana e islámica”. La autora sugiere que lo que el género sea para una sociedad influye en las estructuras de poder de las mismas, desde la familia hasta las superestructuras, y en un sentido inverso que las relaciones de poder de una sociedad influyen en lo que simboliza el ser hombre o mujer. En este sentido comenta “los cambios en las relaciones de género pueden ser impulsados por consideraciones de necesidades de Estado… La relación entre regímenes autoritarios y control de las  mujeres ha sido denunciada pero no suficientemente estudiada”. En cuanto a la relación entre estructuras de poder y dinámica de género en la sociedad afirma que “La propia alta política es un concepto de género, porque establece su crucial importancia y el poder público, las razones y el hecho de su superior autoridad, precisamente en que excluye a las mujeres de su ámbito”.

Para cerrar la autora propone tratar de resolver las interrogantes sobre cuál es la influencia de las relaciones de género en el devenir político de las sociedades, más aún, cuáles son las relaciones entre las estructuras de poder político y económico y las relaciones de género, y atacar estos temas teniendo en cuenta siempre la dinámica cambiante de los mismos.

14 comentarios:

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  2. que buena reseña, simplifica la lectura completamente :) muchas gracias

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  3. Graciassss perfecto para mi prueba de mañana ,me has salvado🙌🙆

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  4. Tengo parcial mañana, me has salvado. Gracias

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  5. Gracias por tanto, perdón por tan poco.
    Tú me acabas de ayudar a aprobar
    Saludos desde la PUCP

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  6. Buena reseña. Gracias.

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  7. Muy buena síntesis de la lectura, me ha resultado mucho más fácil entenderlo todo.
    Muchas gracias por su trabajo y esfuerzo en clarificar!

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  8. Excelente. me salvaste!!! Gracias

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  9. Excelente, concordante con el texto. Me sirve como síntesis para rendir. Gracias!

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  10. Muy buen aporte. Gracias��

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  11. Menudo mojón colega, saludos desde la Universidad Nacional de Colombia

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  12. Excelente resumen. Me salva para el parcial. Gracias.

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