jueves, 7 de marzo de 2013

Trabajo Dirigido y Transversalización de Género.


Eréndira Munguía Villanueva.

Al  Instituto Estatal de las Mujeres del Estado de Tabasco, los mejores deseos en esta nueva etapa: retomar el vuelo. 
A Cecilia Vargas, la amiga, la madre, la compañera, la mujer guerrera que todas llevamos dentro.

Actualmente hay dos enfoques distintos para la planeación de acciones que contribuyan a la equidad de género. Estos dos enfoques responden a distintas necesidades que se agrupan en dos categorías: prácticas y estratégicas.

“Intereses/necesidades prácticas de género: Si estas fueran satisfechas, las vidas de mujeres (u hombres) mejorarían sin cambiar la división de trabajo por género existente o sin desafiar la posición subordinada de las mujeres en la sociedad. Satisfacer las intereses/necesidades prácticas es una respuesta a necesidades inmediatas, este tipo de acciones conciernen típicamente a malas condiciones de vida y asuntos ta como acceso al agua potable, salud, empleo.

“Intereses/necesidades estratégicas de género: Si estas fueran satisfechas, la relación de inequidad de poder entre hombres y mujeres sería transformada. Estos intereses/necesidades están relacionados a la división de trabajo, poder y control por géneros. Algunas de estas necesidades pueden concernir a cuestiones como derechos legales, violencia doméstica, igualdad de salarios, control de las mujeres sobre sus propios cuerpos. Aunque estos son asuntos ligados al género más que al sexo [aquí para conocer la diferencia], algunos de ellos son percibidos como parte del orden natural e imposibles de cambiar. Las mujeres pueden ser capaces de expresar sus intereses/necesidades estratégicas una vez que han intercambiado conocimiento con alguien que conoce que es posible un cambio en el “orden natural”. Este puede ser un facilitador externo o un miembro de la comunidad que ha experimentado otro ambiente o cultura. Los hombres también tienen intereses/necesidades estratégicas de género: ellos pueden proponerse transformar sus propios roles (para ser capaces de tomar parte en el cuidado de los niños u oponerse al servicio militar) o, por el otro lado, ellos pueden oponerse a las demandas de las mujeres por mayor control sobre sus propias vidas.”[1]

Las acciones que intentan satisfacer estos dos tipos de intereses/necesidades suelen catalogarse como Trabajos dirigidos para las necesidades prácticas y Transversalización para las necesidades estratégicas:

“Trabajos dirigidos. Algunos ejemplos [de estas acciones] incluyen apoyo a la formación de organizaciones de mujeres, fomento de espacios propios para la formación y creación de capabilities, además de la colectivización de problemas de las mujeres, paso fundamental en su empoderamiento. Asimismo, abarcan programas dirigidos específicamente a los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de las mujeres.

“Transversalización de género. [Se define como] un proceso [más que como una acción] que pretende integrar, dentro de una organización, una perspectiva de justicia de género en el centro o núcleo de todos los aspectos del trabajo de desarrollo, tanto interno como externo. Implica un alto nivel de capacidades por parte del personal de la organización, además de la estructura organizativa necesaria para mantener la perspectiva de justicia de género en el ‘corazón’ del trabajo y asignar los recursos que requiere la implementación de procedimientos, políticas y programas de manera coherente con un marco de justicia de género. La meta es que la transversalización de género contribuya, tanto a nivel interno como al nivel de programas de una organización, a la transformación integral hacia la justicia de género.”[2]

Los programas de políticas públicas por la equidad de género basan su planeación en estas dos categorías. Debido a que la transversalización requiere de conocimientos previos en materia de género por parte de quien dirige las acciones y una estructura conceptual que permita identificar necesidades estratégicas por parte de quien será beneficiado, los trabajos dirigidos son las únicas acciones a llevar a cabo en una primera etapa de intervención en alguna comunidad. Pareciera que dentro de la comunidad científica y en particular en el área de ciencias exactas tenemos identificadas las necesidades prácticas de género y ya se han emprendido trabajos dirigidos de impacto positivo como becas, incentivos y plazas para mujeres.
Por el contrario nos es todavía muy difícil reconocer las necesidades estructurales y la necesidad de la transversalización de género en el ámbito científico. Esto es entendible debido a que como comunidad (no como individuos) no tenemos ejemplos a seguir, no existe una persona que haya estudiado o trabajado dentro de una comunidad en ciencias exactas cuyos integrantes hayan satisfecho sus necesidades estructurales dentro de la comunidad. Tenemos entonces que hacer un esfuerzo extra para buscar analogías útiles y poder reconocer nuestras necesidades estructurales y proponer cómo satisfacerlas. Aquí es donde se acaban las referencias y comienzan nuestras propias ideas, tratemos pues de que no cunda el pánico y de ir organizando poco a poco nuestro propio plan de transversalización. Aunque ya hay esfuerzos que tienen el sabor de transversalización como la recién creada comisión de género de la Sociedad Matemática Mexicana hace falta el apoyo de toda la comunidad para facilitar la planeación y desarrollo de programas.

Uno de los fenómenos “sin explicación” que hemos observado es que aunque las mujeres tienen mejor eficiencia terminal que los hombres son menos propensas a elegir continuar sus estudios (véase Mujeres Matemáticas en México). Puede ser que un primer intento para entender esto y resolverlo sea tratar de transversalizar el proceso de enseñanza en nuestros centros de estudios y de investigación. Todos sabemos que los buenos estudiantes no brotan como margaritas silvestres sino que son el producto de un proceso exitoso de enseñanza, tan presente tenemos esto que como padres de familia elegimos cuidadosamente la escuela para nuestros hijos. Si nuestros recursos lo permiten la mayoría de nosotros elegimos escuelas con un enfoque moderno de enseñanza que entiende las diferencias de personalidad y el contexto social de cada niño, y que permite con esto desarrollar aptitudes personales y corregir deficiencias individuales. Pero a muchos de nosotros esto se nos olvida cuando nos toca el papel de guía en la formación de nuestros alumnos, aunque no tengamos la presión de los padres de familia, debemos tratar de hacer nuestro mejor esfuerzo como tutores, lo que además a futuro nos hará ganar colegas mejor preparados. Junto con los conocimientos específicos de la ciencia en la que trabajamos, el proceso de formación de investigadores incluye también otras habilidades como la de ser buen orador,  defender opiniones, hacer contactos, etc. Además en el proceso de aprendizaje intervienen factores que podrían parecer ajenos, pero que las teorías epistemológicas han demostrado estar fuertemente ligados como la afectividad, la autoestima y la motivación[3]. Estos elementos son claramente factores sociales, y como ya hemos dicho toda construcción social es susceptible al género. Así pues no debemos pensar que es lo mismo ser un estudiante hombre que mujer, ni que es lo mismo enseñarle a un hombre que a una mujer. Tampoco se trata de que desarrollamos un método de enseñanza para mujeres y otro para hombres, así como en las escuelas de nuestros hijos no hay un método específico para Juanita y otro para Paco, el método es uno sólo, pero es tal que toma en cuenta factores importantes para el aprendizaje, aunque estos sean de naturaleza ajena al tema a enseñar. Tampoco debemos volvernos investigadores en epistemología ni en estudios de género, hay materiales disponibles que nos ayudan a entender estos fenómenos, así como leemos novelas de misterio podemos leer algún libro sobre estos temas y aprender sobre ellos. Más aún, tenemos instituciones cuyas funciones incluyen ayudarnos en temas de trabajos dirigidos y transversalización de género como el Instituto Nacional de las Mujeres y sus sedes estatales y el Programa de Estudios de Género de la UNAM entre otros. La desigualdad de género es una enfermedad social dentro de nuestra comunidad y como con toda enfermedad los más responsable por hacer es curarla, de otra manera estaremos funcionando de manera ineficiente y arrastrando sufrimientos, tal vez nos pongan una que otra inyección que nos duela, pero yo opino que lo mejor es que vayamos al doctor.



[1] A Guide to Gender-Analysis Frameworks. Candida March, Inés A. Smyth, Maitrayee Mukopadhyay. Oxfam Publications 1999.
[2] Cultivando Cambios. Rebecca Fries. Oxfam.
[3] Inteligencia y afectividad. Piaget, J. Argentina: Aique 2005.

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